Anna Karenina. León Tolstoi


TÍTULO: Ana Karenina
AUTOR: León Tolstoi

En 1872, la mujer de un rico terrateniente se arrojó a las vías del tren cerca de la casa donde vivía León Tolstoi. Este suceso le proporcionó al escritor el punto de partida para la que muchos consideran la mejor novela de todos los tiempos, Anna Karenina, la historia de una mujer que, casada con el ministro de gobierno de San Petersburgo, madre de un hijo, y admirada ampliamente por su círculo social, parece tenerlo todo pero no tiene nada. Su vida, tan vacía, se llena de un sentimiento claro e inevitable cuando conoce a un joven oficial, el conde Alekséi Vrónsisi. Perdida y desesperadamente enamorada, Anna está atrapada entre la moralidad y la pasión, la culpa y la fugacidad de los sentimientos. Entre la realidad y el deseo, dos mundos que apenas se rozan, que difícilmente se confunden y que, al final, suelen alejarse de manera brusca y dolorosa.

Muchos afirman que Anna Karenina es la mejor novela de todos los tiempos. Sea o no el caso, es uno de los mejores ejemplos de novela psicológica del siglo XIX. Tolstoi analiza la motivación de los actos de los personajes, pero sin entrar en juicios morales. Junto con la narración omnisciente, Tolstoi emplea con frecuencia el monólogo interior, una innovación estilística en la novela que le permite presentar los pensamientos y sentimientos de sus personajes con íntimo detalle.
La rebelde Anna sucumbe a su atracción por un apuesto oficial y abandona su matrimonio carente de amor para embarcarse en una apasionada relación, condenada al fracaso desde el principió. Al hacerlo, sacrifca a su hija y se somete a la condenación de la alta sociedad rusa. La trágica historia de Anna se entreteje con el relato del
noviazgo y matrimonio de Konstantin Levin y Kitty Sherbatskaia, que recuerda al de Tolstoi y su esposa. En busca de la verdad, Levin expresa opiniones sobre la sociedad, la política y la religión contemporáneas, que a menudo son las del autor.
Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.
En casa de los Oblonsky andaba todo trastrocado. La esposa acababa de enterarse de que su marido mantenía relaciones con la institutriz francesa y se había apresurado a declararle que no podía seguir viviendo con él.
Semejante situación duraba ya tres días y era tan dolorosa para los esposos como para los demás miembros de la familia. Todos, incluso los criados, sentían la íntima impresión de que aquella vida en común no tenía ya sentido y que, incluso en una posada, se encuentran más unidos los huéspedes de lo que ahora se sentían ellos entre sí.


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